Presentación

En este blog de sencilla presentación y segura descuidada apariencia, pretendo compartir con las personas más próximas aficiones, inquietudes, preocupaciones, compromiso, así como todas aquellas situaciones vividas cuya experiencia pudiera ser de utilidad.


Creo que será un sencillo blog de amplias variedades algún día, en el que tendrán cabida la música que he disfrutado en mis inolvidables años de pública intervención como músico eternamente aprendiz, mi compromiso irremediable con la discapacidad visual y con sus procesos de formación académica, mi afición por la disciplina de los recursos humanos y algunas otras cuestiones emocionales o familiares que seguro irán surgiendo.

Espero poder aportar y testimoniar con el blog afecto a las personas que me han acompañado y acompañan en mi vida, y arrancar a sus visitantes sensibilidad y alguna sonrisa. También compartir aquello que más valoro en la vertiente pública de mi plano personal.


Procuro no olvidar nunca que:

La vida es una escuela de enseñanzas y un banco de desafíos. Nada que realmente valga la pena debe quedar sin hacer y nadie que te muestre su sincero afecto ha de quedar sin ser generosamente correspondido.

martes, 12 de agosto de 2014

Enrique Rodeyro Moñino.


ENRIQUE RODEYRO MOÑINO (1888-1958)



No conocí a mi abuelo materno quien falleció 10 años antes de mi nacimiento, y que seguro habría sido una persona que me habría transmitido muchas experiencias vitales al haber heredado su misma discapacidad visual basada en la retinosis pigmentaria con la que convivimos muchos de los varones de mi familia.

Hace unos años pude localizar en la página Web de la ONCE la impresionante obra en 6 tomos de Jesús Montoro Martínez, a quien mi abuela había entregado toda la documentación que conservaba de su cónyuge, ya que Jesús Montoro había contactado con ella para pedírsela al encontrarse preparando un extraordinario proyecto con el fin de difundir la magnífica aportación a la historia por parte de los ciegos, así como muchas de sus vivencias. La documentación prestada desgraciadamente nunca fue recuperada y sólo permanece extractada con algunas imprecisiones en las páginas de su magnífica obra “Los Ciegos en la Historia”.

Este hallazgo en los últimos días de 2011 me posibilitó poder adquirir y regalar en el día de reyes del año 2012 el tomo IV de la obra “Los Ciegos en la Historia” a mi tía Dolores, quien ilusionada lo recibió justamente 2 meses antes de su fallecimiento el 7 de marzo de ese mismo año. A pesar de haberla buscado durante muchos años, nunca pude encontrar la transcripción manual al braille realizada por mi abuelo de la obra “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”,, posiblemente alguien algún día pretérito la consideró un trasto no siendo consciente de su valor histórico y del tiempo invertido en ella. ¡Hoy seguro tendría sitio en algún museo!

Enrique Rodeyro Moñino nació en A Coruña el día 30 de septiembre de 1888, siendo sus padres Enrique Rodeyro Mañac y María Cristina Moñino González. Cuando tenía ocho años y su retinosis pigmentaria comenzó a comprometer seriamente su ya baja visión, comenzó su escolaridad en su ciudad natal, asistiendo a la escuela de ciegos que regentaba don Luciano Caño, docente que le despertó gran afición al estudio, dando Enrique muestras de poseer una inteligencia despejada. Al fallecer su padre en 1899, su familia se traslada a Santiago de Compostela para que en 1902, Enrique ingresara, como alumno externo, en el Colegio Regional de Sordomudos y de Ciegos, donde fue un buen escolar en todos los aspectos, aprovechando el tiempo y aprendiendo cuanto allí se enseñaba de cultura general, trabajos manuales, solfeo, piano y violín, evidenciando poseer un gran talento y un consolidado sentido de la responsabilidad. Por estas razones, el entonces  director del centro, don José Cruz Letamendi, lo propuso como profesor
ayudante del colegio con carácter gratuito.


El Colegio Regional de Sordomudos y de Ciegos de Santiago de Compostela, había sido fundado el 1 de julio de 1864 bajo el patrocinio de la Universidad de esta ciudad, con el fin de formar a dichos discapacitados sensoriales gallegos con edades comprendidas entre los 8 y los 16 años. Se creó para dar cumplimiento a lo dispuesto por la Ley del Excmo. Sr. Claudio Moyano y Samaniego, promulgada el 9 de septiembre de 1857, que en su artículo 108 ordenaba fundar un colegio de ciegos y sordomudos en cada distrito universitario, siendo el magnífico rector de la Universidad de Santiago de Compostela, Santiago J. Viñas, quien tuvo la feliz idea de dar el primer impulso para la creación de esta institución y su primer director, el ejemplar pedagogo Manuel López Avalón. El centro académico nunca tuvo subvención alguna del Estado, financiando su presupuesto anual las cuatro diputaciones provinciales de Galicia, que aportaban una misma cantidad, corriendo por cuenta de estos fondos la manutención del alumnado, el material de enseñanza, el servicio de ropería y los salarios del personal docente y de intendencia del colegio.

Tras finalizar su formación preuniversitaria, Enrique Rodeyro cursó los estudios de Magisterio en la Escuela de Maestros de Santiago de Compostela y en los tres años de carrera no tuvo suspenso alguno, consiguiendo 8 sobresalientes, 19 notables y 8 aprobados; examinándose de la Reválida en 1910, prueba en la que obtuvo la calificación definitiva de sobresaliente.

En el otoño de 1910 ya con 23 años, se desplazó a Madrid y cursó en el Colegio Nacional de Sordomudos y de Ciegos de la capital de España, la asignatura de «Métodos y procedimientos especiales en la enseñanza de ciegos», en la que obtuvo el 25 de septiembre de 1911 la calificación de sobresaliente. Esta asignatura capacitaba entonces para poder ejercer la enseñanza especial de personas ciegas. Profesionalmente a partir de 1914 compatibilizó sus funciones como profesor de enseñanzas literarias y copista de libros al código de lecto-escritura braille, con el ejercicio de la profesión de agente comercial, consiguiendo numerosas y buenas
representaciones, porque poseía don de gentes y era hábil negociador, contando con muy buena orientación y capacidad de desplazamiento autónomo por toda la ciudad de Santiago de Compostela. Su despacho profesional lo instaló en su residencia en la Rúa del Villar y en las tareas administrativas colaborarían sus hijos según alcanzaran edad y formación suficiente.



El 3 de enero de 1920 Enrique Rodeyro se casó con María Dolores Pimentel Muiños, con la que tuvo 7 hijos: Enrique, Cristina, Ramón (quien falleció muy pequeño)), José Ramón, Dolores, mi madre María Luisa y Paz.


El Colegio Regional de Sordomudos y de Ciegos de Santiago de Compostela, desde su apertura se ubicó en una muy humilde sede en el hospicio municipal, en un edificio anejo del convento de San Domingos de Bonaval, estando funcionando sin interrupción en este destino con enseñanzas para ambas clases de discapacitados sensoriales hasta que la Organización Nacional de Ciegos inauguró en 1943 en Pontevedra su colegio masculino número 2, con posterioridad denominado Santiago Apóstol. Las niñas ciegas en Galicia desgraciadamente quedarían desde 1946 (tres años después del traslado del alumnado masculino), sin oferta educativa específica, debiendo desplazarse a los colegios de la ONCE en Madrid o Sevilla hasta 1977, año en el que se convierte el centro pontevedrés en mixto. Por el contrario la sección de formación de sordos perdurará hasta la actualidad dependiente de distintas administraciones.

Enrique transcribió al Braille, sin contar con medios mecánicos, cuantas obras literarias y musicales le fueron solicitadas por la entidad tiflológica. Incluso copió para el colegio manualmente con su pauta y su punzón, la obra “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, auxiliado por sus hijos mayores, quienes se encargaban de dictarle.



Trabajó infatigablemente como representante comercial, siendo uno de los fundadores del «Colegio de Agentes Mercantiles de Santiago de Compostela». Antonio Lasheras Hervás, fundador y director de la revista “En Braille y en negro Los Ciegos”, le nombró corresponsal de la misma en Santiago de Compostela en el año 1938.

En el otoño de 1939 obtuvo el carnet de agente de Comercio Colegiado y, por consiguiente, la autorización para ejercer como representante de determinados artículos y varias firmas comerciales en toda Galicia.

En el curso escolar 1942/1943, Enrique Rodeyro cesó en su trabajo de maestro de niños y jóvenes ciegos, ya que los estudiantes ciegos del Colegio Regional compostelano y cuantos escolares no videntes gallegos y de otras regiones españolas lo solicitaron, se matricularon en el nuevo centro de la ONCE de Pontevedra, reservándose el edificio compostelano de San Domingos para formar  únicamente, a sordomudos gallegos con edades comprendidas entre los 6 y los 20 años.


Enrique se centró entonces en su actividad comercial en la ciudad compostelana y completó más de 30 años con la Compañía General de Seguros Hispania, la cual le rindió un cariñoso homenaje, regalándole una placa, en la que estaban grabadas, siguiendo el modelo de las pólizas de la entidad, estas palabras:

«Hispania, Compañía de Seguros.
A nuestro estimado agente don Enrique Rodeyro Moñino como 
testimonio de afecto al cumplirse los 25 años de su grata colaboración con esta
compañía.
Madrid, 1 de abril de 1948.»

Durante su vida se esforzó mucho por mejorar la situación económica y social del Colegio Regional de Sordomudos y de Ciegos de Santiago de Compostela en favor de sus alumnos, ganándose la voluntad de gran número de personas, y consiguiendo de ellas donativos y legados a fin de dotarlo con mobiliario y material moderno, No cejando de realizar labores caritativas hasta su fallecimiento el 17 de junio de 1958.

Mi madre aún recuerda como mediante pequeñas aportaciones de conocidos de Santiago de Compostela pudo lograr la adquisición para los niños ciegos de una radio.



Su hija Dolores Rodeyro, quien heredó vocación docente de su progenitor, siendo maestra de estudiantes sordos en el centro sucesor al de su padre, en un texto manuscrito lo describió así:

Todo un caballero, fervoroso cristiano, adornado de excelentes virtudes, que practicaba la caridad con discreción y secretamente, ayudando a cuantos acudían a él en demanda de consejo, limosna, empleo o protección. Le agradaba mucho que le leyeran las Sagradas Escrituras, el Código Civil, el periódico y cuántos libros científicos le proporcionaban; logrando poseer una vasta cultura, que causaba admiración a cuantos le trataban. Además, se interesaba en gran manera por la educación e instrucción de su numerosa prole. Escribía perfectamente y con gran velocidad a máquina y era él quien mecanografiaba y contestaba toda la correspondencia que comportaban sus representaciones comerciales y sus relaciones familiares o amistosas. Era muy mañoso, haciendo múltiples e ingeniosos juguetes para sus hijos. El reparaba personalmente, todas las averías de su hogar y hacía algunos de sus muebles; llamando con su habilidad y
buen gusto la atención de sus vecinos.

Debo concluir este post expresando sin ambages mi admiración por la figura de mi abuelo, quien en sus 69 años de vida, en tiempos muy difíciles de la historia de España, superó su ceguera, constituyó junto a su esposa, mi abuela Dolores una familia de 6 hijos, gracias a su talento pudo ganarse meritoriamente la vida en lo que hoy denominaríamos régimen de integración laboral como trabajador autónomo, representando con satisfactorios resultados empresariales a distintas firmas de diversa naturaleza y complementando sus ingresos con las transcripciones y clases de braille en un centro escolar con evidente aroma a beneficencia. Así todo fue quien de ganarse admiración por su generosidad y su evidente austeridad y adecuada gestión personal y familiar.

¡Si no fuese así, no casarían las cuentas!

Quiero agradecer a Dña. Fina Quintela Méndez por compartir conmigo sus recuerdos como alumna durante los últimos años de la historia del Colegio Regional de Ciegos y Sordomudos de Santiago de Compostela, y en particular rendir su homenaje a quien fue su último Director, D. Julio Mirelis, de quien recuerda los bocadillos que le llevaba para la merienda y que complementaban la muy mejorable alimentación que recibían en el colegio.

También un muy especial agradecimiento a D. José López Fernández, brillante alumno del Centro específico compostelano e inolvidable pupilo para mi abuelo materno, quien recuerda y me confirma algunas de las remembranzas de Enrique Rodeyro, incluso el haber mantenido conversaciones con sus hijos Cristina (con quien charlaba cuando ésta iba a recoger a su padre al centro docente) y José Ramón, el cual también se acercaba a su edad. Me comenta José López, que en alguna ocasión visitó a Enrique en su residencia de la Rúa del Billar y cómo, mi abuelo con orgullo  hacia su ex alumno, lo felicitaba por su distinción y elegancia. Curiosamente en aquellos dificilísimos años en Compostela conviviendo con la contienda civil y su inmediata finalización, José López fue paciente de mi otro Abuelo Maximino Abraldes Torquemada, quien ejerció durante toda su vida profesional como oftalmólogo en la ciudad.

Fdo. José Angel Abraldes Rodeyro